HOMENAJE A HUNDERTWASSER
Friedrich
Stowasser, " Hundertwasser" (1928-2000)
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Pequeña
presentación
Entrevista
a Hundertwasser
Galería
Hundertwasser
Hundertwasser:
la espiral, la tierra y la salud por el arte,
por Esteban Ierardo
Pequeña
presentación
Hundertwasser
(su verdadero nombre era Friedrich Stowasser) nació en Viena,
en 1928. Murió en el año 2000. Siguiendo su voluntad, fue
enterrado sin un féretro destinado a separarlo de la tierra.
Sobre el suelo de su sepultura, se plantó un árbol. Según
su creencia, ahora vive en el árbol que crece sobre el lugar
de su regreso a la Gran Madre. Hundertwasser desarrolló
su arte en dos dimensiones fundamentales: la pintura y la
arquitectura. Su conciencia de ciudadano sensible, lo impulsó
a reaccionar contra la asfixia y anemia de la arquitectura
funcional, racionalista, de superficies rectas y lisas,
huérfanas de toda ornamentación. Hundertwasser se rebeló
contra el funcionalismo arquitectónico de Adolf Loos. Consideró
que la arquitectura moderna está enferma, por lo que es
necesario curarla. Hundertwasser, el pintor, se reinventó
entonces como "médico de la arquitectura". Se
opuso con valentía a la corporación de los arquitectos profesionales;
remodeló edificios, fábricas, casas, una iglesia; confeccionó
multitud de maquetas de edificios a recrear. Antes de la
intervención del artista austriaco aquellas edificaciones
eran sombríos volúmenes monocromos. Luego, la arquitectura
renació con brillo, resplandor y magnetismo. Es el pasaje
de las construcciones muertas hacia edificaciones rebosantes
de salud. Como el toque del rey Midas, todo lo que un verdadero
artista toca se convierte en oro. Hundertwasser fue un activo
artista alquimista.
En su pintura, predominan las espirales, una arcaica vía
simbólica hacia un centro de intensidad sagrada. Encontró
también en las cebollas, en la imagen de cúpulas-cebollas,
un expresión simbólica de lo abundante, lo
de fértil, de la fuente de la vida. El culto a la
vivacidad y variedad de los colores fue asimismo para él
una forma de recuperación de lo paradisíaco,
de la realidad como tierra sagrada.
E.I
En la sección de Textos olvidados de Temakel pueden
hallar otro aspecto crucial de la obra de este artista que
brilló en Viena, sus manifiestos:
Manifiestos
de Hundertwasser
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ENTREVISTA
A HUNDERTWASSER
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Hundertwasser
en una de las ventanas del Silo Krems, a orillas del Danubio;
edificio remodelado con incrustaciones de fantasía creadora
siguiendo sus ideas de curación de la arquitectura.
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El
arte como religión
Harry
Rand: ¿Por qué se hace pintor una persona?
Hundertwasser:
Por razones
diferentes. Los verdaderos pintores porque quieren ser
sacerdotes, pintar es una especie de actividad religiosa.
Si uno quiere hacer algo que merezca la pena en esta vida,
¿qué puede hacer? Si uno no quiere vivir sólo para
conseguir dinero y beneficios, si uno quiere ayudar a los
demás, puede hacerse médico para ayudar a los enfermos.
Es difícil ser sacerdote, porque los dogmas de casi todas
las religiones son reemplazados por otros y no tienen ya
vigencia. Es evidente que la condición de artista ofrece
una respuesta. Pero ser artista no significa solamente
pintar, hay que pintar, por supuesto, pero se trata,
además, de una forma de vida. Es una forma de ver el
mundo, de reconocer la belleza que nos rodea y de aumentar
esa belleza. El pintor es de una especie diferente al
resto de la gente. Todo en él es diferente de lo que
rodea a los demás (tanto si gusta como si no): su estilo
de vida, el ambiente de su hogar, su vivienda, su
habitación, su jardín...
-
Si el arte es una actividad religiosa y si los artistas
llevan una vida especialmente ejemplar que sirve de
modelo, ¿quiere esto decir que los artistas se dedican a
hacer el bien?
H:
Desgraciadamente,
no. Ese es el problema. Algunos dicen que el mundo actual
es feo y perverso; el arte debe ser entonces feo y
perverso; porque el arte es un espejo de la sociedad, y el
artista se limita a representar lo que ve. Pero yo pienso
que eso es una tontería. Porque, ¿qué consiguen los
artistas de esa forma? Sólo consiguen inspirar aversión
en el verdadero espectador del arte, al cual no se le
ofrece ninguna pista, porque este tipo de artista no
muestra ninguna solución, ninguna salida. Se limita a
reflejar y a exagerar la realidad; aumenta la fealdad y la
perversidad, pero no propone ninguna solución. Pienso que
debemos luchar; si algo es horrible, debemos mejorarlo. Si
es feo, debemos hacerlo hermoso. Si algo es perverso
debemos deshacer esa perversidad; si algo es complicado,
debemos hacerlo sencillo.
Reciclar
a los muertos
-¿Qué
es el reciclar a los muertos?
H:
Al entrar en una era ecológica, vemos que no hay
residuos, nada muere, todo está continuamente vivo, sólo
que se transforma en otras formas; y esta no es una
filosofía religiosa; son sólo hechos. Debido a una
concepción errónea, el Juicio Final, la resurrección,
la gente tiene las mismas creencias que los antiguos
egipcios: si se puede mantener a un hombre con su
apariencia física, después del Juicio Final seguirá
vivo. Pero esto no es así. Hoy se entierra a los muertos
de manera anti-ecológica. Los muertos se pudren en un
féretro a cuatro metros bajo tierra. Las raíces de los
árboles no pueden regenerase. Además los muertos están
separados del cielo y de la tierra por una losa de cemento
y flores artificiales. El hombre debería ser enterrado
sólo a medio metro, o dos pies bajo tierra. Luego allí
debería plantarse un árbol. Debería ser enterrado en un
ataúd degradable, de forma que cuando se plante un árbol
encima, el árbol se beneficie de su sustancia, y lo
cambie por sustancia de árbol. Cuando se visita una tumba
no se visita a un hombre muerto, se visita a un ser vivo
que se acaba de transformar en árbol. Sigue viviendo en
el árbol. Se dice, "este es mi abuelo, el árbol
está creciendo bien, fenomenal". Se puede hacer un
bosque bonito, que será más bonito que un bosque normal
porque los árboles tiene sus raíces en las tumbas. Ese
bosque puede extenderse por el campo, y como de todas
formas no tenemos muchos bosques, a la vez estaremos
conservando el bosque. Será para el hombre un parque, un
lugar de recreo, un lugar para vivir. Un lugar fantástico
para vivir en contacto constante con la vida y la muerte.
Médico
de la arquitectura
-Hundertwasser
trabajó como "médico-arquitecto", una
profesión que el mismo se inventó, y cuyo fin es
modificar y embellecer estructuras ya existentes,
estructuras estériles, sin carácter ni fuerza. Con este
talante Hundertwasser embelleció la fachada de la
fábrica de Rosenthal en Selb...En San Francisco, del 5 al
12 de diciembre de 1982, se organizó la "Semana de
Hundertwasser", y presentó dos pósters para
Greenpace y la sociedad Jacques Cousteau. Su conferencia
sobre arquitectura más memorable tuvo lugar en San
Francisco en la sede del equipo de arquitectos Skidmoro,
Owings and Merrill.
H:
Sí, hablé
sobre la arquitectura inhumana y esencialmente la
arquitectura inhumana que se hacia en aquel despacho, de
la que eran responsables todos los arquitectos allí
presentes. Dije que los humanos deberían tener derecho a
transformar el interior y el exterior de los lugares donde
viven. La tercera piel del hombre tiene que evolucionar,
cambiar, sufrir mutaciones, y el que impide este proceso
es tan criminal como el que impide a un niño crecer. Eso
es lo que se está haciendo constantemente en arquitectura
y por eso me enfadé....Cuando pronuncio un discurso sobre
arquitectura, siempre saco mi navaja y hago una marca en
el atril y normalmente el organizador se enfada mucho y me
mandan la factura por todo el atril. Tengo que cambiar
todo el atril porque he dado vida al atril al hacer una
pequeña marca. Las caras amistosa de repente se enfrían,
luego sostenemos largas discusiones por carta. En aquella
ocasión hice un bonito dibujo; era un dibujo hecho con
rapidez en la pared...
- En general, las facultades creativas mejorarán con la
arquitectura de Hundertwasser, que utiliza las ventajas de
la tecnología moderna sin insistir en que la casa sea en
sí misma una máquina.
H:
Sí; ahora les
toca a los artistas, porque los arquitectos han fracasado
como profesión. No vivieron de acuerdo con lo que podría
llamarse su "juramento hipocrático". Es decir,
construyen casas que hacen enfermar a la gente, tanto
mentalmente cono en otros aspectos, por eso la revolución
debe venir de afuera, y creo que viene de los artistas.
El
mundo del color
-
Las imágenes y las formas de su obra tiene muchos
significados complicados y llenos de matices. ¿Tienen
también los colores un significado para ud.?
H:
La pregunta
debería formularse al contrario. Son los colores los que
tiene significado, las figuras no son tan importantes. En
mis cuadros, las formas no son ricas, los colores sí. En
realidad, las formas son muy pobres. No sé dibujar. No
sé esculpir. No se me dan bien los cuadros que no
utilizan el color. No sé dar sombras muy bien, la luz y
la sombra no son mi punto fuerte. Mi punto fuerte es el
color, eso se me da bastante bien, aunque últimamente
tenga dudas sobre lo que hago, porque un mundo de colores,
como yo lo concibo, quizá no sean tan natural.
-
Para Hundertwasser, el paraíso es multicolor y el
purgatorio, si es que existe, debe de ser un mundo gris o
monocromático. Los colores paradisíacos del cielo no
están unidos ni dominados por conceptos abstractos.
H:
El paraíso no
consiste en colores puestos al azar, sino en colores que
responden a cierto proceso creativo. El color es sólo una
manifestación externa de la riqueza y la diversidad.
Cuantas más cosas diferentes hay, más rico es el mundo y
más se acerca a la idea del paraíso: muchas cosas
diferentes en convivencia...La diversidad de colores trae
una mejora, trae el paraíso. (*)
(*)
Fuente:
Selección
de diversos momentos de la entrevista realizada por Harry
Rand editada en: Hundertwasser, Benedikt Taschen,
1994.
Fachadas
de casas creadas por Hundertwasser en el estudio del
programa de televisión "Wunsch Dir was",
1972.
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Galería
de Hundertwasser
(Aclaración:
todas las fotografías pueden ser ampliadas mediante un clik; en
la ampliación, al pie de las imágenes, hallarán epígrafes
explicativos)
Fuente de las
ilustraciones: Harry Rand, Hundertwasser, Benedikt Taschen,
1994.
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HUNDERTWASEER:
LA ESPIRAL, LA TIERRA, Y LA SALUD POR EL ARTE
Por Esteban Ierardo
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Hundertwasser
sobre un techo campestre en una casa de Nueva Zelanda, en
1978; abajo, ilustrando texto entrevista, Hundertwasser
con su cuadro Gorras azules, Buenos días señor
Kampmann. Adviertan la expresión de inocente y
espontáneo asombro del hombre que observa el paso del
artista y su obra.
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I.
Ornamentos y espirales
El
último amanecer da un tesoro repetido: la potencia
de la luz. Que resalta las líneas. Durante millones
de años el oro solar se derramó sobre la irregularidad
de las formas de la naturaleza. Los rayos luminosos envuelven
y frotan superficies ásperas. O tersas. Onduladas.
O planas. Pero nunca los dedos solares recorrieron lisuras
perfectas, combinaciones rectangulares de líneas
rectas como las de los edificios de las ciudades modernas.
Hundertwasser encarna la lucha artística contra el
imperialismo de la línea recta. Su verdadero nombre
era Friedrich Stowasser. Nació en Viena el 15 de
diciembre de 1928. Luego cambiaría su nombre verdadero
por el de Hundertwasser: cien aguas. Lo líquido es
movimiento y ebullición de la fuente, es el vivaz
manantial donde el agua y sus brillos fluyen mediante cambiantes
figuras onduladas. El agua es onda que cambia. Es lo opuesto
a la línea recta que no se mueve ni transforma. La
inmovilidad de la línea es afín al sujeto
que se define por un solo nombre. Lo mismo que Pessoa, Hundertwasser
gustó de autodonarse diversos apelativos.
La
rectitud de la forma es metáfora de la uniformidad
de la arquitectura signada por el criterio de la Sachlichkeit
-lo funcional- relacionado con Muthesius y Le Cobusier.
En el contexto del capitalismo, la fascinación por
el pragmatismo utilitario induce la producción en
serie, y la idea del edificio como unidad o vivienda funcional
o espacio fabril o comercial; ya no como objeto radiante
de belleza. Adolfo Loos, en su célebre "Crimen
y ornamento" (1908) arremete contra la esterilidad
decorativa. La decoración es el crimen de una ornamentación
de formas irregulares que, con obscenidad criminal, atenta
contra la verdad superior de lo liso y recto (1). Pero Hundertwasser
animará la rebelión contra la estética
de la línea recta. Lo recto es un peligro que ha creado
el hombre: "Hay muchas líneas, millones de líneas,
pero sólo una es mortal: la línea rectangular
trazada con regla...La línea recta es completamente
ajena a la humanidad, a la vida y a toda creación
"(2). En su proyecto arquitectónico para una
guardería en Francfort-Hedderheim, el artista austriaco
precisa aún más sus conceptos contra la "estética
nihilista" generada por "la utilización
ciega, cobarde y estúpida de la línea geométrica
recta" que " ha convertido nuestras ciudades
en baldíos desolados desde el punto de vista estético,
espiritual y ecológico" (3). Así,"la
línea recta y sus ciudades son ulceras cancerosas
que envenenan, por igual, la planificación urbana
y la salud física" (4). El mundo contemporáneo
se imagina en una continua expansión sobre el espacio.
Las imágenes satelitales del planeta contribuyen
a un preciso conocimiento cartográfico del planeta;
las sondas espaciales proyectan a la humanidad sobre las
profundidades cósmicas. El intelecto y la técnica
combinados parecen extenderse cada vez sobre la tierra y
la amplitud espacial. Sin embargo, el primado de la línea
recta niega la irregularidad de la forma, es decir la geometría
específica de la naturaleza. Así, el mundo
urbano "se vuelve feo y pequeño", por lo que es
necesario engrandecer el mundo de nuevo (5).
Mediante
su reacción contra la arquitectura oficial, Hundertwasser
se crea un nuevo oficio: médico de la arquitectura.
Pero el singular arquitecto medicinal es resultado de la
extensión de la sensibilidad del pintor. Pintar es
experimentar la alquimia de la luz, la forma y el color.
Todo pintar demanda una atención sensible ante las
posibles combinaciones de colores y figuras. La obra es
un continuo ir del artista desde las nuevas combinaciones
hacia el lugar para su plasmación: el cuadro. Hay
aquí un movimiento de salida hacia los nuevos colores,
y de regreso hacia el espacio de la obra. Un paradigmático
desplazamiento de ida y regreso, de salida y entrada, de
mezcla entre lo diferente, lo halló Hundertwasser
en las espirales. La espiral destruye el peligro de lo recto.
En 1953, en el Colegio médico de la Universidad de
Viena, ve el documental "Imagin de la Folie" (imagen
de la locura) que exhibe la actividad creadora de los pacientes
esquizofrénicos del Saint Anne, el principal hospital
de psiquiatría de París. En el film brota
un motivo repetido en las pinturas de los pacientes: las
espirales. Las imágenes espiraladas representan el
juego ambivalente de "la vida y la muerte. Es una mezcla
de la materia viva e inanimada, capaz de expresar naturaleza
y creación en su totalidad" (6).
La espiral como símbolo de la totalidad, o más
exactamente del viaje por una realidad dotada de interioridad
y exterioridad. La línea espiralada emergió
ya en el inconciente colectivo prehistórico y en el
arte celta como
uno de los símbolos de más profundo significado
(7).
La tradición de la Jugendstil es quizá un
gran estímulo para la apelación de Hundertwasser
a las formas espiraladas. Este movimiento (afín a las Arts
and Crafts o el Art Nouveau) se halla muy presente en
la tipografía y diseños de libros, en la arquitectura,
los grabados, las telas y sellos y arte decorativo. Por
otra parte, la escultura de Vladimir Tatlin, dedicada a
la Tercera Internacional (1919/20), muestra una figura espiralada.
Hundertwasser aplicaría luego una espiral en el proyecto
para la escuela Heddernheim. El edificio posee amplias rampas
que ascienden en espiral, y que se hallan cubiertas de césped;
visto desde el aire, el edificio no puede ser reconocido.
Paralelamente, en varias de sus pinturas, apela a las espirales
como núcleo esencial (8).
En 1957, Hundertwasser ensaya su experimento de la línea
de Hamburgo. En una habitación de la universidad
de esta ciudad convoca al público para una experimentación
artística. Los asistentes no saben de qué
se trata. Hundertwasser se proponía dibujar una espiral
que "fuera ascendiendo en horizontal por las paredes
como los estratos o sedimentos de una roca" (9). En
un momento predeterminado, comienza a dibujar la línea
en sentido contrario a las agujas del reloj, a un centímetro
del suelo. Al completar un primer trayecto de la línea
alrededor del recinto, la continúa después
un centímetro más arriba. El tenaz trazo sortea
cualquier obstáculo: ventanas, radiadores, puertas.
La línea avanza incluso entre las piernas de los
asistentes. El público contempla perplejo, mientras
espera alguna proclama o algún estallido neodadaísta.
Pero el pintor sólo entrega su atención a
la humilde línea, que se alarga en silencio. Los
visitantes se retiran. La única línea se expande
y yuxtapone en diversos planos que componen una gran espiral
que vive sobre un espacio antes funcional e inexpresivo.
Ahora, la pálida habitación es recinto sacralizado
por la propagación de una espontánea línea
espiralada. El público, que antes se había
retirado, quiere regresar. Empleados de la universidad se
lo impiden con empujones y golpes de puño en una ríspida
situación que deriva rápidamente en batalla
campal. De urgencia, el rector de la universidad regresa
de Roma; airado, irrumpe en la habitación cuando
la línea traspasa la puerta que suele estar abierta
pero que se cierra al pasar por allí el continuo
e incesante trazo espiralado. Con disgusto, el rector permite
que la espiral continúe su callado evolucionar. A la noche,
se corta la luz. Bajo el tembloroso resplandor de las velas,
prosigue la línea que primero es negra, luego roja,
después surge de plumas oscuras y de pintura y pincel.
Y la espiral ingresa en su segundo día de afloración,
la segunda jornada de su ondulante manifestación.
La prensa difunde el extraño hecho como una novedad escandalosa
más que como un evento artístico. No comprende
la necesidad de la lucha peligrosa contra la rectitud: "las
catedrales de la verdadera fe, las catedrales de la creación,
no pueden construirse con líneas rectas porque la
línea recta es atea" (10). Hundertwasser desea
concluir la espiral en algún punto del techo. El
camino espiralado vendría entonces desde fuera, desde
lejos, para después " acabar en un centro, como
la cima de una pirámide o la aguja de una catedral,
de un credo, elementos que, al igual que la espiral, están
cargados de una energía especial. Sin embargo, en
la realidad, la espiral se condensa en un núcleo
que simboliza la vida y la muerte al mismo tiempo y que
concentra unas fuerzas inmensas para renacer en otro plano"
(11).
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Hundertwasser luego
de su experimento con una sola y extensa espiral en, Hamburgo, 1959.
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Un
ejercicio de liberación, de voluptuosidad, de expresión
de algo cerca de lo infinito. En esta sensibilidad de Hundertwasser
se agita subrepticiamente el barroco austriaco, y
la rica ornamentación curvilínea de la
Jugendstil. En esta expresiones, como también en
las admiradas pinturas de Giotto y Uccello, Paul Klee y
Rousseau, Egon Schiele y Gustav Klimt, y los grabados de madera de Hokusai, impera una
línea animada. Frente a esta linealidad vital brota,
con zarpazos hirientes, la recta trazada con regla, la cual,
en el contexto de las ciudades modernas, hace enfermar a
los humanos al someterlos a una intuición para la
que sus organismos no se hallan preparados. Entonces, el
artista medita en los procesos biológicos: "estamos
hechos de células, que nos constituyen orgánicamente
en seres humanos, por eso, cuando estas células perciben
algo extraño ajeno a la forma organizada, trasmiten una
señal de alarma al cerebro" (12). La recta no
es sólo un fracaso estético. Es, en primer
término, distorsión corporal. Mediante
la omnipresencia de las líneas rectilíneas,
la arquitectura genera un efecto orgánico patógeno.
Ante esto, el arte debe rehacer el cuerpo bañado por el universo natural. Es necesario un tratado de
paz con la naturaleza.
II.
La naturaleza
El círculo del tronco siente el roce del aire. En
fibras vegetales discurre la humedad, el rumor nutritivo
del agua que llega desde las raíces. Y, con besos
de luz, el sol acalora la madera, y de una delgada abertura
nace, milagrosa, la hoja. Que se pinta en el espacio.
La planta pintada por la naturaleza es una historia de creación.
Que siempre renace. "Cuando un artista aprende de la
creatividad de la planta entonces la propia creatividad
artística es perfecta, no puede equivocarse, sigue
las leyes del mundo vegetal al crear su obras" (13).
El artista no es el imitador del mundo natural. Como lo
creía Paul Klee, el artista debe unirse con el proceso
creador de la naturaleza (14). Ese seguir las leyes del
mundo vegetal al crear su obras es un fundirse con la materialidad
creadora de la naturaleza. Esta comunicación con
lo natural se relaciona también con la decisión
del artista de crear los propios materiales para su pintura.
Pintura poderosa es la que rezuma los colores de una vida
recién nacida. Pero ese frescor se disipa cuando
el pintor emplea materiales manufacturados. La obra resultante
se debilita entonces con el tono de lo prefabricado. Pierde
así la fosforescencia de lo vital recién alumbrado.
El artista pintor debe recorrer el proceso de una molienda
personal de los pigmentos; debe él mismo elaborar
el material inorgánico. En el caso de Hundertwasser
los elementos a elaborar: ladrillo, la arena volcánica,
tierra, hulla, carbón vegetal, cal gris o blanca.
Los colores surgen así de la molienda, de la mezcla.
Esta práctica es un volver hacia el conocimiento
que antiguas generaciones de artistas tenían de los
marrones y azules de Bohemia o Italia, o el amarillo de
la India. Antaño, las caravanas acercaban a Occidente
los raros pigmentos que eran propios de algunos lugares
determinados.
Y el color también debe ser cuidado, como recurso.
Es la oposición al derroche de materiales del tachismo,
y sus pintores de manchas como Morris Louis y Kenneth Boland.
Pero la restitución de la constante potencia creadora
de la naturaleza es algo que trasciende la recuperación
de los materiales necesarios para la plasmación
de la pintura. La recuperación de la fuente natural
debe gestarse dentro de la sociedad moderna, en las actuales
condiciones históricas de degradación
ambiental e indiferencia ante la riqueza de los ecosistemas
y la belleza de la conjunción cielo-tierra. Frente
a esto, el hombre debe conservar "los arroyos, ríos,
pantanos y marismas en su estado original" y ser tratados
"como seres sagrados y sacrosantos" (15), por
lo que "debemos aprender el lenguaje de la naturaleza
para comunicarnos con ella" y para "devolver a
la naturaleza, los territorios que nos hemos apropiado".
Es necesario aceptar "que todos los elementos horizontales
que hay bajo el cielo pertenecen a la naturaleza incluidos
los tejados y carreteras" (16).
Los
techos deben ser la continuación de la tierra, no
aquello que se erige desafiante sobre ella. En la maqueta
para la escuela Hedderheim Hundertwasser concibe un techo
cubierto por una capa vegetal. El techo brota del suelo
y recorre toda la extensión del edificio siguiendo
una forma espiralada. Esto se repite en las maquetas para
el poblado de Hugelwiesenland donde también
el techo es continuación de la tierra. Y es puente.
Puente, camino verde, que nace del suelo y concluye del
otro lado. Vistas desde el aire, estas construcciones parecen
integradas a la superficie terrestre. Así, se restituye
el entorno natural donde lo más alto, el techo, simbólicamente
la altura, es sólo un pliegue de la horizontalidad
telúrica y no verticalidad escindida de la tierra.
Hundertwasser encuentra plasmada algunas de sus ideas
en Nueva Zelanda, país que descubre hacia 1975, durante
un viaje a Oceanía. Allí se maravilla con
la casa con tejados de hierba construida por Ivan Tarulevich.
Tras su regreso, en la "Trienale di Milano"
planta doce "árboles inquilinos" en
las ventanas de la Vía Manzoni. Estos árboles crecen
desde un puñado de tierra alojada en bolsas plásticas.
Luego son colocadas en una habitación levemente reclinados
para que emerjan de una ventana. El proyecto original prevé
que el árbol crezca sobre una capa terrosa en las
terrazas, o desde un sustrato de tierra húmeda debajo
del piso. Techos-tierra y árboles inquilinos reflejan
el "crecimiento espontáneo de vegetación
en la ciudad. Así "podemos tener tierra y árboles
sobre nuestras cabezas y tener luz al mismo tiempo, situarnos
bajo la naturaleza significa simbólica y literalmente,
vivir cubiertos de naturaleza"; "nuestro deber
es restituir a nuestros tejados la naturaleza que destruimos
al construir una casa. De esa forma la naturaleza que queda
en nuestro techo es parte de la tierra que destruimos al
poner una casa en su lugar" (17).
La planificación revegetalizadora de los espacios
urbanos debe ser paralela a una aceptación del crecimiento
espontáneo de la vegetación. La sociedad se
caracteriza por "una psicosis de la limpieza".
La aparición de manchas en ropas, o de hierbas en
las paredes y grietas, son irrupciones de suciedades caóticas
y peligrosas que deben ser limpiadas, esterilizadas. Esta
"esterilización excesiva produce la muerte.
La preservación inteligente del crecimiento orgánico
incontrolado y de la variedad produce vida" (18). El
celo desenfrenado por la limpieza se enlaza con su antípoda:
la producción de residuos, que nace del principio
de "usar y tirar".
El
hombre moderno reprime la espontaneidad vegetal. Genera producciones
industriales de residuos. E intenta no ser reabsorbido por
la tierra. Lo mismo que en el antiguo Egipto, suponemos
que no podrá haber continuidad en un más
allá sin la conservación del cuerpo. Acaso
bajo el efecto de la ancestral creencia cristiana de una
resurrección de los cuerpos, se intenta aislar al
muerto en su féretro para evitar su contaminación
o su disolución en la Magna Terra. Los muertos son
depositados en un nicho sepulcral, son "separados del
cielo y de la tierra por una losa de cemento y flores
artificiales" (19). Frente a esto, Hundertwasser propone
el entierro en un ataúd degradable. Un árbol
se plantará sobre el sitio de la sepultura. Ese árbol
se nutrirá de la materia corporal descompuesta. La
tumba ya no será un hombre muerto. Será un
nuevo ser que vive transformado en árbol. El muerto
renace en el ser vegetal. El fenecido será difunto,
se difundirá en la madera y en las ligeras hojas
arbóreas. Este es un reciclar a los muertos. Es la metamorfosis
del hombre-cadáver en árbol nuevo; una transformación
en sincronía con el pasaje de la ciudad cancerosa
a la ciudad vegetal. Y también a la ciudad ornamental.
Frente a Loos, y sus superficies rectas y lisas, Hundertwasser
propone la vivacidad de la ornamentación dispuesta
con gracia, con inteligencia estética. Una meticulosa
sensibilidad ante el hechizo y dignidad del ornamento y
su andadura artesanal, que recuerda a VIlliam Morris y su
tradición de las Arts and Crafts.
En 1988, Hundertwasser recrea la iglesia de Barnbach. La
humilde y recatada iglesia de Santa Bárbara renace
por el toque de Midas del artista anti-Loos. La cúpula
triangular es reemplazada por una dorada cúpula-cebolla
de reminiscencias bizantinas. En los techos de dos aguas
irrumpen unas islas de hierba. Lisos y monocromos pilares
son transformados en alargados cuerpos policromos. Los tradicionales
motivos hagiográficos de los vitrales son reemplazados
por una espiral roja de envolvente embrujo que vibra sobre
un fondo azul y verde. La condición católica
del templo es sustituida por la universalidad de un simbolismo
plurirreligioso. En pilares adyacentes al cuerpo principal
del edificio, se exhibe una estrella de David, una media
luna árabe, una menorá o candelabro judío
de siete brazos, un buda sedente. La cruz y el hijo de Dios
martirizado en ella ya no es un símbolo religioso
excluyente. Lo católico es ahora lo universal no
como revelación única de la verdad, sino como
humilde apertura a la diversidad y riqueza de otras tradiciones
religiosas.
La
acción medicinal de Hundertwasser sobre la arquitectura
ha dejado su huella en la casa Kunsthaus en Viena, la planta
incineradora de Spittelau, la fábrica Rosenthal
en Selb, el silo en Krems, la casa Rupertinum en Salzburgo,
un bar en Viena; y las maquetas como la de la casa pradera de varios pisos (20), o maquetas arquitectónicas
para casas, gasolineras y autopista ecológicas, casas
en espiral, casas subterráneas, y la ya mencionada
casas con techos-tierra.
III. Cúpulas, cebollas, y el
regreso a la abundancia primaria de lo real.
En el viento flotan voces eslavas. La ciudad, en lejanos
días, conoció el murmullo de las cabalgatas
mongolas, la ocupación napoleónica, y el acecho
de los ejércitos bajo el tremolar de estandartes
cubiertos por esvásticas. Y desde el suelo milenario
del corazón ruso se levantan diez torres coronadas
por cúpulas en las que brillan reflejos de plateado
oro. Son cúpulas con formas de cebolla. Cebollas
como sombreros feéricos, colocados en lo alto por
arquitectos artistas. Así al menos imagina Hundertwasser
al Kremlin.
En
su remodelación de la iglesia de Barnbach, el artista
austriaco remata su torre central principal con una cúpula-cebolla
de gualdo fulgor. En su pintura Una lluvia de sangre
cae en un jardín con iglesia llorando, se alza una iglesia
con una cabeza-cebolla. "La forma de la cebolla me
sugiere riqueza, felicidad, abundancia, opulencia, fertilidad"
(21). Como los girasoles radiantes de Van Goth, o las imágenes
selváticas del aduanero Rousseau, el pintor desea
expresar una vida encendida de plenitud. Lo vital que es
incandescencia, sobreabundancia. El artista austriaco imagina
las cebollas también "como una mujer con un
gran vientre". La cebolla es quizá fruto de
la abundancia, pero no la fuerza generadora. La primera
fuerza, la gestación primaria es el vientre-mujer. El vientre
de la gran madre crea o da originalmente los frutos abundantes.
Es el inicial poder generador de lo telúrico. Un
poder relacionado con las diosas prehistóricas, con
la Magna Terra, la Mater tellus, que obsequian el
don de la abundancia primaria de lo real. Y la cebolla es
camino también hacia la imaginación arcaica del paraíso
terrestre, de ese lugar libre de enfermedades, muerte y
sombra. La aparentemente reposada y humilde cebolla es lo
que indica "la promesa de una buena tierra, la tierra
sagrada, la tierra amada, la tierra prometida, el paraíso"
(22).
El artista de las espirales (símbolo de la
apertura a un centro de sentido que se irradia desde
adentro hacia afuera), o el artista médico de la
arquitectura, manifiesta con frontalidad un arte de restitución
de lo abundante primario: "me dedico a enseñar el camino
hacia esa tierra...Por eso pinto torres con formas de cebollas,
porque esa forma es el verdadero símbolo del paraíso
en la arquitectura. La arquitectura del paraíso.
La arquitectura de la tierra sagrada debe tener torres con
formas de cebollas" (23).
En esta vía de regreso al esplendor paradisíaco
se engarzan otras evocaciones de la abundancia primaria.
Los tejados de hierba, los techos con tierra de los que
nacen vigorosos árboles son, en una primera visión
apresurada, un acto de protesta y preservación
ecológicas. Sin embargo, en esta acción de
proselitismo vegetal hay "algo misterioso"; quizá
el techo-hierba o techo-tierra son un "acto religioso",
que "nos reconcilia con Dios, con la naturaleza, quizá
no se trate del monoteísmo cristiano o judío,
sino de algo más amplio, más antiguo, de una
sabiduría muy antigua" (24). El propagar y extender
la tierra sobre la casa, el edificio, el techo, sobre la
construcción humana, es acto desesperado de inmersión
en la matriz telúrica olvidada, en el vientre
creador de lo abundante como salud de la tierra, como lo
sagrado que pronuncia el lenguaje de la fertilidad vegetal.
Las cebollas y las extensiones de los mantos vegetales son
reencuentro con la abundancia primaria. Y este reencontrar
también puede dimanar de la potencia de los colores.
El color vivaz subraya el tejido de lo diverso. El color
diferencia una superficie-ser de otra, una superficie-cosa
de otra. Cuanto más colores, más diversidad.
El pintor que se expresa con el magnetismo del color inventa
al mundo como orgía policromática. El "mundo
de colores es siempre sinónimo de paraíso"
(25). Los arquitectos construyen las ciudades en gris, y
un "mundo gris, monocromático, son siempre sinónimos
de purgatorio o infierno". Frente al infierno del
color monótono, la "diversidad de colores trae
una mejora", es "lo que trae el paraíso"
(26).
Lo
paradisíaco no es aquí lugar geográfico
inmaculado, la tierra lejana de belleza inocente buscada
por Gaugin en Oceanía, o Artaud en México.
Es la posibilidad de la experiencia de la realidad intensa
sobre la piel del
animal urbano.
El color y su pigmentación se asocian con los entramados
de fibras vegetales. Y lo vegetal es crecimiento gradual,
lento proceso de entrega del fruto de la abundancia. En
1956, Hunterwasser publica su teoría del transautomatismo,
en el número de mayo de la revista Cimaise.
Lo transautomático es el arte como lenta germinación,
es lo opuesto al inmediato fucilazo de la inspiración
surrealista de la escritura automática. La obra crece
en silencio, con recato, pero con la seguridad de la semilla
en el regazo húmedo y oscuro de la tierra. El arte
no es sólo redescubrimiento de la abundancia signada
por la metáfora de lo vegetal. Es también
la gradual música del crecimiento.
Desde
la literatura, en los años de la entusiasta década del
60', Julio
Cortázar imagina una rayuela como salto desde la
tierra hacia un cielo situado en un último casillero.
No es la bóveda que brilla arriba, sino lo celeste
que late abajo e impregna la horizontalidad del tiempo histórico,
el espesor terrenal de este mundo. El salto hacia el cielo
es, a su vez, la mixtura de la nostalgia y "un
complejo arcádico": "¿Qué es en
el fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un
edén, un otro mundo? Todo lo que se escribe en estos
tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia
la nostalgia del complejo de Arcadia, al gran útero..."
(27)
Entre los antiguos griegos la Arcadia es sitio arquetípico
de lo paradisíaco, de la frescura pastoril, del
vigor de una simple vida rústica que continúa entre
las exhalaciones más civilizadas de las ciudades.
Lo arcádico, el complejo de Arcadia, es, en un primer
momento, nostalgia del ojo civilizado que anhela
una realidad de intensidad no desteñida por las cotidianas
costumbres repetidas. Lo nostálgico-arcádico
es mirada desde una exterioridad sin paraíso. Pero
el artista es capaz de abandonar la nostalgia y la
distancia, para respirar dentro del gran útero recuperado,
dentro del vientre materno que provee de la abundancia.
Hundertwasser recupera lo paradisíaco desde un afuera,
desciende luego al vientre-matriz, y experimenta la abundancia
primera. Es el viaje hacia un rico manantial interior para
después regresar a la pobre exterioridad de una cultura
debilitada. Es el camino de la espiral, y del periplo de
los techos-hierbas, que comienzan en el suelo, fuente de
lo vital, y ascienden hacia la altura civilizada, la altura
de la cultura que se separa de lo abundante inicial, para
después regresar al suelo-matriz. Así, lo meramente
civilizado, lo humano replegado en sí mismo, regresa al
inicio, a la fertilidad telúrica que produce vida.
En
el útero recuperado hay colores que cantan salud
y vivacidad. Pero allí también se halla la raíz,
la semilla, el germen de la vida que, en su máxima
lozanía, es existencia vegetal. La arquitectura urbana
propugna el imperio de la línea recta, de la lisa superficie
sin rugosidad ni variedades de tejidos vegetales. En el
orden de lo visible, el hormigón es lo ya endurecido; las
paredes son verticalidad concluida; las calles son lo definitivamente
aplanado; los vidrios son lo lustroso acabado. En todos
los materiales ya definidos no sobreviven restos vegetales.
Pero esto es sólo apariencia. Los materiales transformados
por la técnica no pueden disipar su origen terrestre.
Todos los materiales de la construcción urbana son derivaciones
modificadas de los elementos naturales. Lo vegetal sigue
allí, con su secreto inconciente, entre las durezas
de la materia conformada. Lo inconciente vegetal permanece
por debajo del cambio técnico frenético. Lo
vegetal es la grieta rebelde en el pulcro cemento. Los árboles
inquilinos, los techos-tierra de Hundertwasser, hacen conciente,
dentro del espacio urbano aparentemente acabado, lo inconciente
vegetal.
La vegetalización no es una concesión urbana
a la rareza o lo exótico de materiales no convencionales.
Es un mostrar, con la potencia de una directa visibilidad,
la abundancia de la que nacen los nuevos tejidos de formas
con los que las urbes y la civilización visten la naturaleza
desnuda. Esa naturaleza que siempre regresa. Principalmente
cuando algunos artistas abren las puertas de la ciudad cerrada.
Maqueta para la
escuela Heddernheim donde pueden advertir claramente el
techo-hierba que nace del suelo para trazar una espiral y
luego regresar al suelo.
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Citas:
(1) Ver
Adolf Loos, Ornamento y crimen y otros escritos; en la revista
Das Andere, Loos afirma, en un significativo pasaje: "Ante la casa del artista se alzan dos
mástiles para banderas. Lamento no poder hacer público el nombre de la persona que ha tenido el valor de colocar esos dos tubos de hierro tal y como salieron del taller, sin decoraciones anticuadas o modernas. En una ciudad en la que los postes para el tendido
eléctrico se estropean con atroces capiteles de cine moldurados, esto puede considerarse una proeza. Una proeza en la ciudad en la que nuestros artistas desprecian los productos de nuestra industria y afean la acera...Orgullosos, libres y airosos se levantan los
mástiles ante la casa del artista, dando testimonio de nuestra industria moderna, demostrando
que no necesita monerías decorativas para despertar sensaciones alegres,
festivas y artísticas en el corazón de los hombres", citado en Alfredo Aracil y
Delfín Rodríguez, El siglo XX. Entre la muerte del arte y el Arte
moderno, pp.63-64.
(2)
Harry
Rand, Hundertwasser, Benedikt Taschen, 1994, p.37.
(3)
Ibid., p.38.
(4)
Ibid.
(5)
Ibid., p.39.
(6)
Ibid., p.46.
(7)
Las espirales serían "las formas cósmicas en
movimiento; la relación entre la unidad y la multiplicidad.
Se relacionan particularmente con la espiral los lazos y
serpientes". Y más adelante: "la espiral es el
intento por conciliar 'la rueda de las transformaciones'
con el centro místico y el 'motor inmóvil', o al menos
constituye una invitación a esta penetración hacia el
interior del universo, hacia su intimidad" ( en
Juan-Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos,
Barcelona, Ed labor, p.195-196.) Desde esta intimidad surge el
movimiento, el espacio, la vida. Las espirales son también el
motivo central del antiguo arte celta.
(8)
Es el caso de pinturas como Grass for those who Cry,
obra de 1974, donde una ventana con vidrio rojo y marco verde
palpita en el fondo de una espiral; la gran espiral posee
ventanas pequeñas. Alrededor, se extiende un paisaje verde
saturado de verde, casitas, diminutas espirales y una
cúpula-cebolla.
(9)
Hundertwasser, op.cit., p.79.
(10)
Ibid.
(11)
Ibid.
(12)
Ibid., p.37.
(13)
Ibid., p.75.
(14)
En una conferencia que Paul Klee dictó a propósito de la
relación del artista con las fuerzas creadoras, éste
manifiesta: "Permitidme
que use una imagen, la imagen del árbol...
De las raíces de aquel árbol afluye al artista la linfa que
lo atraviesa a él y a sus ojos. De este modo, realiza la
función del tronco... Al cumplir su función de tronco, el
artista no puede hacer más que recoger lo que le
viene de las profundidades y transmitirlo más lejos. Así
pues, él no sirve ni manda; sólo actúa como mediador";
y, más adelante: ¨El artista debe ser fiel a la movilidad.
Movilidad que es libertad. Una libertad que no lleva a
determinadas fases de desarrollo, que una vez fueron así o
que serán así en la naturaleza o que así podrían ser en
otros planetas (acaso un día mejor estudiados), sino de una
libertad que sólo pretende su derecho, es decir, el derecho a
ser móvil como es móvil la gran naturaleza.¨, citado en
Mario De Micheli, Las vanguardias artísticas del
siglo XX, Madrid, ed. Alianza.
(15)
Hundertwasser, op.cit., p.61.
(16)
Ibid., p.38.
(17)
Ibid., p.39.
(18)
Ibid., p.61.
(19)
Ibid., p.164.
(20)
Se trata de la maqueta "Hochwiesenhaus" ("Casa
pradera de varios pisos") que fue realizada con hormigón
encofrado con bonsais, esferas de cristal, mosaicos, y
ventanas de madera. Fue exhibida en la Exposición
Internacional de Munich, en 1983.
(21)
Ibid., p.88.
(22)
Ibid., p.89.
(23)
Ibid.
(24)
Ibid., p.93.
(25)
Ibid., p.107.
(26)
Ibid.
(27)
Julio Cortázar, Rayuela, Buenos Aires, Ed.
Sudamericana, p.382.
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