El águila: erupción de dignidad, libertad y fascinación. Ave majestuosa entroncada con el sol, la tormenta, el ímpetu guerrero, el triunfo del espíritu sobre la materialidad inerte. En este momento de Simbolismo animal de Temakel, intentaremos respirar cerca del gran pájaro. Primero recordaremos los ancestrales sentidos simbólicos del águila; y, luego, meditaremos sobre el humano hechizado por el anhelo de asemejarse al pájaro soberano de las alturas.
l.
De las fauces del sol emerge un aleteo remoto. El Rey de las Aves
nace del gran fuego celeste. Su hogar es lo alto. Desde la cima de la bóveda, la tierra es lejana. Pero el ojo aguileño acerca lo distante. Y las alas del gran pájaro
planean con suavidad. Acicalan dulces rumores de aire; intuyen, anticipan, los senderos del viento. Y, acaso en el mediodía, el ave del pico
ganchudo y las garras ásperas, baila en círculos. Esculpe una ronda circular sobre el mar y los suelos. Y la familia de símbolos de los hombres espolvorean sus plumas.
En el lenguaje de los jeroglíficos egipcios, la letra A se representa con la imagen del águila. Su significado es el calor vital, lo diurno, el origen. La existencia del ave altiva es a pleno sol; de ahí su parentesco con el aire, el fuego, y su asociación con la fuerza fecundante masculina, con la figura del padre. El águila atisba de un extremo a otro el horizonte, por lo que para los hititas es la divinidad solar omnisciente. Su opuesto es la lechuza, pájaro de la oscuridad nocturna y la muerte.
El águila es poder que desciende desde lo alto con la velocidad del relámpago. Es potencia que se abate feroz sobre la víctima. Es, por tanto, fuerza
guerrera. Los influjos bélicos, las virtudes combativas del gran ave, relucen en los escudos de armas y emblemas nacionales de reyes alemanes, duques de Baviera, Silesia y Austria, los margraves de Brandeburgo y los reyes de Polonia. El águila como símbolo heráldico fundamental. En la heráldica europea existe también la costumbre de la representación del águila bicéfala, doble águila. En 1433, el pájaro de dos cabezas, asociado con la deidad romana Jano, se convierte en blasón de los emperadores romanos-germánicos. Luego de la disolución del imperio es símbolo del Imperio de Austria (hasta 1919), y de la Rusia Zarista (hasta 1917).
En el Aventino, Rómulo contempla un águila. La estima señal de buen augurio. El
ave se convierte luego en estandarte y emblema del Imperio Romano. Para los
chinos el pájaro altivo es vigor, fortaleza; al aparecer sentado sobre una
peña simboliza al luchador que aguarda un combate decisivo. Quauhtli
(águila) es el nombre del decimoquinto de los veinte signos del
calendario azteca. El nacido
bajo su influencia promete futuras cualidades guerreras. El
águila es también el ave imperial de los aztecas. El antiguo pueblo
dominador y sacrificador de Mesoamérica posee la Orden de Aguilas y los
jaguares, su aristocracia guerrera. En
el siglo Xll, los aztecas descubren un águila que se posa sobre un cactus.
Esta es la señal del lugar donde erigirán Tenochtitlán, que brilló
donde hoy se emplaza la actual capital de México.
El águila es luz vencedora de las potencias oscuras. En este rasgo
simbólico se manifiesta como matadora de serpientes y dragones.
Serpientes enrolladas en el pico aguileño aparecen en el blasón de México. En la
India, el águila es
Garuda, que lucha contra la serpiente. La iconografía cristiana expande
la significación del pájaro de mirada ceñuda como bien triunfante. Se asocia con el
evangelista Juan, el profeta Elías y el Cristo resucitado. Su vuelo
hacia la altura se lo relaciona con la Ascensión de Cristo. El águila
deviene así mensajero celestial. En la India le llevaba el soma a
Indra. Para San Jerónimo es emblema de la elevación propiciada por la
Oración.
El águila y la renovación solar: en antiquísimos sepelios reales, el
cadáver del soberano es obsequiado a las llamas. Mientras el fuego
consume los restos, se hace volar un águila, vehículo alado del alma
del muerto en su viaje hacia los dioses; hacia el sitio celeste de una
resurrección. La fusión del águila con el sol y sus rayos propicia la
alquimia de su rejuvenecimiento. En la Siria Antigua,
el águila con brazos humanos simboliza la adoración del sol. Según el decir de
Hohberg, en 1675,
"...cuando sus plumas se vuelven incapaces para el vuelo, el
águila se
rejuvenece y renueva en la llama del sol". El gran ave también puede rejuvenecer
lanzándose tres veces sobre el agua; de ahí su vínculo con el Bautismo y las pilas bautismales.
En el águila late el ojo ígneo de la visión. Lo visionario. Para algunos
Bestiarios, el ave altiva puede escrutar intensamente el sol, sin enceguecerse.
Signo de la familiaridad entre el ojo aguileño y el fogoso rayo solar. En los
vitrales góticos, el águila eleva a sus polluelos aun no aptos para el
vuelo, para enseñarles el modo de contemplar el esplendor del Astro Rey.
La mirada aguileña siempre se expande hacia la lejanía. Su voluntad se
entrelaza con lo remoto y se desentiende de lo cercano. La visión del gran
pájaro no es sólo poder de acercamiento físico a lo distante; es visión
preñada de agudeza intelectiva, de "pensamientos de águila". El
influjo de ese
pensar sobre los humanos, los desvía de la vida cotidiana, los impele a
colisionar, con
mordacidad y firmeza, contra lo instituido. Los consagra al inconciente
hechizado por el águila y sus vuelos del espíritu.
Y
el águila planea ágil en el nervio de la tormenta. En las antiguas monedas
macedónicas, se acuña la estampa aguileña como expresión del rayo. Su capacidad de elevarse en las alturas, y
luego de descender en fulminante caída, es relacionada con la descarga
fulminante del rayo. Es así el pájaro de la tempestad. Los indios de la
costa noroeste de Estados Unidos representan al águila como Thunderbird, el
pájaro de trueno. Al combatir con las espíritus del
mundo de los muertos provoca las tormentas. Incorporada a los postes totémicos de los clanes,
alude al fundador mítico del grupo.
Y el gran pájaro, con su vuelo de alas nítidas y rudas, es indicio
también de
lo que pude volatizarse, sublimarse, hacerse sutil. El águila como símbolo de la
volatización. Cuando el ave solar devora al león, significa el triunfo de
la imaginación y el espíritu sobre el caos material. Es volatización,
sublimación, del impulso instintivo y terrenal.
ll. El símbolo muta la mudez posible de las formas. El desierto puede
recluirse en su vastedad estéril; el océano diluirse en sus planicies
amorfas de líquido, y los bosques extraviarse en sus apelotonados
collares de árboles. Pero lo simbólico permite que el desierto, el mar
y el bosque, se excedan a sí mismos, y se liguen con un sentido
superior y universal.
Y el águila surca el cielo y cosecha en las tierras celestes, semillas
de sentidos. El cielo surcado por su majestad no puede ser ya espacio
neutro, mudo, inexpresivo. El ave del escrutar incisivo inventa sobre los
crepúsculos, castillos de significaciones. Para
habitar en aquel lugar celeste, habría que ser como águila. Ser
como el pájaro de la tormenta. Ser respiración humana animada por la
agudeza de una visión; por la decisión de un salto audaz; por el coraje
guerrero y la mística de la adoración del sol y la renovación.
Ser como águila. Ser triunfo sobre el peligro de la materia fangosa,
sin conciencia; ser luz expansiva y habitante de la altura que vence al
dragón del caos; rugido poderoso y creador de la tormenta; danza del
espíritu sutil sobre piedras pesadas y sin amor a lo lejano.
Ser como águila: alas y el ojo, en los que el pensamiento asciende a la
nube más secreta.
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