LA FIESTA DEL TRIUNFO Y LAS SATURNALES ROMANAS
Por Klaus Brigmann
En la Antigua Roma, se celebraban
una de las festividades populares más encendidas: las
Saturnales. Y la Fiesta del Triunfo vinculada con la
llegada de los generales romanos triunfantes luego de sus
campañas exitosas. En las Saturnales la realidad social
danzaba dentro de un juego de inversiones: el señor actuaba
como esclavo, el esclavo como señor; lo antes prohibido
era ahora permitido; lo que antes era restricción ahora
estallaba en lujo o derroche. En la fiesta romana erupcionaba
la vida sin diques de contención. Emergencia de un placentero,
jubiloso caos. El regreso a lo caótico es recuperación del
origen, del calor bullicioso de la primera vida, del mundo
recién creado o manifestado. Y también el regreso al origen
impelido por la fiesta era recuperación de un presunto paraíso
inicial, donde los hombres vivían sin separaciones jerárquicas,
sin opresión de unos sobre otros. Mediante una versión abreviada
de una alocución de Klaus Brigmann nos acercaremos al pueblo
embriagado de festiva alegría entre los templos y casas
de la Ciudad Eterna.
La Fiesta del Triunfo
Las fiestas de la Roma antigua tuvieron su origen en la religión. Al igual que los demás pueblos de la Antigüedad, los romanos no
conocían en su propia sociedad la diferencia entre fiestas religiosas y profanas ni la división de la sociedad en nexos personales políticos y
eclesiales. Tal división llegó a ser una característica estructural importante de la sociedad de la Antigüedad tardía en Europa con la victoria del cristianismo y encontró una correspondencia clara en la coexistencia de fiestas eclesiásticas y
profanas. La fiesta pública en Roma consistía en uno o dos días consagrados a los dioses. Su punto central estaba ocupado por el sacrificio o por otro rito, como por ejemplo una danza cultual. Tales actos se realizaban en nombre de la comunidad política, que era al mismo tiempo comunidad de culto.
Culto y sacrificio servían para el mantenimiento de la paz con los dioses, siempre amenazada. Su alteración podía conmover los cimientos de la
sociedad. Las deformaciones, epidemias del ganado, enfermedades, catástrofes naturales y
derrotas en la guerra, en resumen, cualquier amenaza cuyo control superara las fuerzas humanas, era
consecuencia del trastorno de la paz con los dioses. Aquella comunidad pequeña en origen, que habitaba en una estrecha franja de terreno y se veía obligada a defenderse de sus vecinos en todas direcciones, vivía temiendo constantemente la malevolencia de los poderes supraterrenales. Desde la
siembra hasta la recolección, estas fuerzas debían ser aplacadas con sacrificios, oraciones y procesiones.
En una palabra, mediante unos ritos bien meditados. Junto a la rica serie de fiestas que debían su
aparición al ritmo del trabajo agrícola, surgieron aquellas otras fiestas y juegos instituidos por algún motivo especial, por ejemplo, catástrofes naturales y victorias o derrotas
militares. En este contexto tienen también su fundamento los orígenes de los triunfos y las Saturnales. El triunfo fue, por su intención primera, cualquier cosa menos una exhibición profana
de las victorias romanas. El caudillo triunfante, después de haber concluido victoriosamente una
guerra, entraba en marcha solemne con el botín, los prisioneros y su ejército en el espacio amurallado de la ciudad, separado del hostil mundo exterior por una línea
sagrada, el llamado pomerium. El ejército atravesaba esta línea al pasar por la puerta de triunfo. Se trata de un acto mágico y ritual por el que el ejército se purificaba de las culpas de sangre y la maldición
de la guerra al penetrar en el espacio murado de la ciudad. El desfile del ejército terminaba en el Capitolio, donde el caudillo victorioso ofrecía los sacrificios. En aquel centro político-religioso de la comunidad, cumplía las promesas hechas en el momento de partida del ejército; este objetivo explica por qué el triunfo sólo podía celebrarse tras una guerra concluida victoriosamente.
Pero el triunfo no servía sólo para la purificación ritual del ejército y el cumplimiento sacral y jurídico de las obligaciones contraídas con los dioses, sino también para proteger mágicamente de las amenazas de malos demonios al vencedor en su regreso. Según una antiquísima idea, tales demonios acechaban de manera especial al hombre encumbrado por la victoria y el éxito; así, la persona del caudillo triunfante se protegía más que ninguna otra mediante amuletos colgados del carro triunfal y
de su cuerpo, así como por otros medios para conjurar el mal. Sobre el carro triunfante, detrás del
caudillo, iba un esclavo que decía en voz alta al triunfador, vestido
con el traje etrusco de los antiguos reyes de Roma: "Recuerda que
eres un hombre" y los soldados cantaban canciones burlescas referidas a su general que lo rebajaban a una escala humana absolutamente corriente. El mismo
César tuvo que aceptar con motivo de su triunfo sobre los galos el año 46
a.C., que le insultaran llamándolo amante de un rey del Asia Menor de nombre Nicomedes:
«César subyugó las Galias y Nicomedes a César; ahora César, que subyugó las Galias, celebra un triunfo
¡y Nicomedes, que subyugó a César, no lo celebra!
Esta costumbre sirvió en erigen para salvaguardar al caudillo de la envidia de los poderes infernales en el día más importante
de su vida. Pero de ese modo, más allá de las consideraciones religiosas, se procuraba siempre relativizar las pretensiones de una grandeza sobrehumana
mediante la broma de unas burlas divertidas o mordaces. César y los emperadores romanos tenían que aceptarlo y podían hacerlo.(1)
Las
Saturnales
La Fiesta del Triunfo también le permitía al general triunfador ostentar
y estimular el reconocimiento de sus proezas. En aquellas fiesta marcial
participada el pueblo. En el año 46, Julio Cesar organizó una
celebración de sus victorias sobre las Galias, Egipto, el Ponto y África
durante diez días. Se obsequiaron muchos denarios, aceites y
cereales. Se distribuyó gratuitamente carne en un banquete público
que se extendió a lo largo de 22.000 mesas.
La Fiesta del Triunfo fue, en definitiva, fagocitada por la voluntad de
dominación política de los generales e imperatores de Roma. Pero la Fiesta del Triunfo sólo se consumaba en circunstancias
excepcionales mientras que una festividad de regular realización...
...era la dedicada al dios Saturno, las Saturnales. Oficialmente se celebraban el
día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. Las autoridades estatales se vieron obligadas incluso a atender a la costumbre popular. A finales del siglo 1
d.C, las vacaciones judiciales se prolongaron definitivamente a cinco
días. Las Saturnales eran, si se permite la comparación, Navidad y Carnaval a un mismo tiempo y el cristianismo victorioso de la Antigüedad tardía se las vio y deseó para acabar con la fiesta
pagana. El calendario de Polemio Silvio del año 4.8 d.C. no denomina la fiesta, todavía
viva, con el nombre del dios, sino que la llama "fiesta de los esclavos", por su faceta más destacada, si bien es cierto
que en sus orígenes no lo fue. Probablemente las saturnales fueron la fiesta de la finalización de los
trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar
del esfuerzo cotidiano. En medio de las dificultades de la II guerra Púnica, cuando
Aníbal se encontraba en Italia, la fiesta oficial del dios Saturno se
rehízo de acuerdo con el ritual griego. Pero esta reforma no afectó al carácter de la celebración popular, en la que todos se esforzaban por pasárselo
bien.
Vivir y dejar vivir era el lema de la fiesta y el 17 de diciembre, según cuenta el poeta
Cátulo, su mejor día. Catón el Viejo, que por lo demás calculaba con un rigor sin compasión los costos y utilidad del trabajo de los esclavos de sus posesiones rurales, les concedía en las Saturnales una racióm
extra de 3,5 litros de vino. Las mismas escuelas, que en otras ocasiones no prestaban atención alguna a las numerosísimas fiestas del calendario romano, cerraban sus puertas en estas fechas.
Lo que de ordinario esta prohibido, se autorizaba en estos días locos. Las leyes
contra el lujo permitían en las Saturnales gastar en comidas una cantidad mayor que en los días corrientes y quien no aprovechaba la oportunidad para cogerse una melopea resultaba desagradablemente llamativo. Como mucho, se condescendía con las rarezas del erudito que buscaba inútilmente un refugio en su cuarto de estudio para huir del guirigay ruidoso y alegre que llenaba toda la casa. Pero, en especial, en el interior de
la familia se eliminaban todas las barreras que separaban al esclavo del
hombre libre. El juego de los dados, estrictamente prohibido en fechas
normales, aunaba a señores y siervos.
La representación de gráfica de las Saturnales en el calendario de Fiocalo (del año 336 d.C.) nos muestra, entre otros motivos, una mesa de juego con dados y cubilete y debajo la siguiente
inscripción: "Ahora, esclavo doméstico, puedes echar una
partidita con tu señor". Esto podía entenderse en sentido estrictamente literal. Sabemos que en las Saturnales el esclavo tenía licencia para "dar la vuelta a la tortilla" y decir a su señor verdades
incómodas. El mundo quedaba patas arriba y podía ocurrir que los
señores sirvieran a sus propios esclavos.
...En las Saturnales se jugaba al
mundo al revés y se caricaturizaban leyes y cargos públicos. La dignidad de rey de las Saturnales, que presidía aquel enloquecido ajetreo provisto de
la autoridad suprema, se echaba a suertes. Luciano a vuelve a darnos una idea de su gobierno burlesco poniendo en boca del dios Saturno estas palabras
en alabanza de su fiesta: "Y una vez que los dados te dan la suerte de ser rey, sólo en virtud de esa dignidad tienes el derecho a que no se te impongan órdenes ridículas, mientras que tú puedes ordenar a uno que declare algo vergonzoso de sí mismo, a
otro que baile desnudo, a un tercero que cargue con la flautista y la lleve a hombros tres veces por toda la casa; todo ello es, sin duda, una prueba de que puedo repartir dones
importantes."
Pero las Saturnales no eran sólo el carnaval de los romanos; en muchos
aspectos se parecían, por ejemplo, a la costumbre de encender velas y hacerse regalos, a nuestra fiestas populares de Navidad. En un principio era habitual regalarse velas y muñecos de barro
-donativos rituales en origen, cuyo sentido es muy debatido. Luego, en parte por influencia griega, fue común agradecer con alguna pequeña atención o con un regalo en dinero a los amigos y a todas las personas a quienes se debía algo por algún servicio prestado. Las Saturnales tenían también en este sentido sus propias
perfidias: nadie estaba a salvo de convertirse en víctima de algún regalo bromista y muy calculado.
...La eliminación de la división social entre libres y esclavos daba pie a diversas especulaciones sobre la esencia de la fiesta de las Saturnales. ¿Sería, quizá, un reflejo de la Edad de Oro, de
aquellos felices comienzos de la humanidad, cuando bajo la égida de Saturno manaban leche y miel y no
había ni señores ni esclavos? La utopía social se apoderó de la antigua fiesta campesina cuyos orígenes estaban lejos de una cultura urbana y
cosmopolita que la interpretó como una reliquia de aquella época de justicia social en la que nadie era esclavo y no existía la propiedad privada. Pero, si la justicia social era un sueño y no podía restablecerse
(pues, en definitiva, Saturno hubo de ceder su soberanía a Júpiter), había que hacer todo lo posible para que la semana
puesta bajo el gobierno de Saturno ofreciera un reflejo de la antigua gloria.
(2) (*)
(*)
Fuente de todas las citas: Klaus Bringmann,
El triunfo del emperador y las Saturnales de los esclavos
en Roma, en La fiesta. De las saturnales
a Woodstock, Ed. Alianza.
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